La música jazz ya tiene más de un siglo de historia. Algunos aseguran que su nacimiento se produjo en 1917, mismo año en el que la agrupación blanca The Original Dixieland Jass Band grabó para el sello Columbia un par de temas; otros, buscan estos orígenes en el siglo XIX, cuando en el sur de los Estados Unidos se estaban gestando una serie de eventos musicales y culturales imposibles de obviar, si se trata de ir tras la pista del nacimiento de este “océano”, como lo denominó alguna vez el guitarrista mexicano Carlos Santana.
Música Jazz: de lo ritual a la diversión
La verdad es que este género, tan popular en todo el mundo, es el resultado de la fusión y evolución de diversas manifestaciones musicales asociadas a la raza afroamericana, en la que los temas espirituales, las canciones que acompañaban las faenas y la música de bandas militares, sentaron los precedentes.
Las actividades lúdicas y sociales en las que los afroamericanos tenían la oportunidad de participar, son el inicio de las primeras raíces del jass (como se le conocía anteriormente, pues no había una norma para su escritura). Un buen ejemplo de esto es el minstrel, parodia musical que incluía un baile: el cakewalk. El tema “Carry me Back to Old Virginia” perteneciente a James Bland es considerado por algunos musicólogos como un anticipo a los estándares del jazz.
Con el paso de los años, el cakewalk no tardaría en fusionarse con la música académica proveniente de Europa y fue así como se originó el ragtime, hoy por hoy considerado uno de los primitivos estilos jazzísticos. Este género fue aprovechado principalmente por pianistas y se hizo popular en cabarets al estilo honky tonks o barrelhouse. En estos temas es posible reconocer el ritmo de himnos, valses o mazucas, todos ellos interpretados con un tono hot que despertaba la euforia y simpatía del público. El ragtime se hizo muy famoso, desplazando al minstrel.
Hacia finales del siglo XIX ya existen pruebas de que numerosas bandas afroamericanas interpretaban vigorosamente en Memphis y Nueva Orleans un estilo jazzístico primitivo. Aunque no había conexión entre ambas comunidades, estudiosos aseguran que debió existir una raíz común, procedente de las costumbres culturales y los rituales de la raza negra del sur de Estados Unidos.
Hacer de la improvisación un arte
Uno de los primeros nombres que emergen antes de que quedara un registro discográfico del dixieland es el del trompetista Buddy Bolden, fundador de una conocida banda de Nueva Orleans. En la última década del siglo XIX, este músico se hizo famoso al hacer arreglos para el blues en instrumentos de metal y al incluir las improvisaciones en sus shows. Desde ese momento y hasta después de la Segunda Guerra Mundial, la manera de interpretar de los músicos de esta región estadounidense fue distintiva, superando por mucho las presentaciones que posteriormente se harían en Chicago o Nueva York.
Tras la figura de Buddy Bolden emergieron otros nombres indispensables, como Freddie Keppard y King Oliver. Antes de que estos personajes alcanzaran su máximo apogeo artístico, la agrupación The Original Dixieland Jass Band grabó en 1917 un disco, poniendo el punto de partida oficial de la música de jazz.
El primer álbum de The Original Dixieland Jass Band hizo que muchas personas creyeran que eran los blancos los creadores de la propuesta jazzística. Las grabaciones de bandas afroamericanas no llegarían sino algunos años después, mientras muchos intérpretes pertenecientes al género reclamaban con indignación los derechos de los negros como verdaderos y absolutos creadores del jass.
En paralelo con esta situación, Mamie Smith graba el primer blues en el año 1920, iniciando la época en la que este género, proveniente de un estilo de música folclórica afroamericana acompañada con guitarra y armónica, desplazaría a las orquestas y su propuesta bailable.
Los “reyes” abandonan el sur
Los New Orleans Rhythm Kings y la King Oliver’s Creole Band (con Louis Armstrong en la trompeta) aportarían un gran legado en los años veinte, época en la que la música de jazz ya había tomado las calles de Chicago y comenzaba a manifestarse en la movida nocturna de Nueva York. Los solos improvisados marcarían el estilo musical de esta época y fue Armstrong el responsable de su éxito y apogeo.
El trompetista de Nueva Orleans se había unido a la banda de Fletcher Henderson en Nueva York, notando que en La Gran Manzana no se interpretaba con la característica pasión sureña. Armstrong supo imprimirle a sus solos vigor, euforia y un fraseo que pronto se convirtió en tendencia, influyendo notablemente en otros músicos y dando origen a un nuevo estilo: el swing.
La dinastía del swing
Bing Crosby y Benny Goodman fueron algunos de los talentos que aceptaron encantados el desafío creativo y musical iniciado por Armstrong, experimentando con las fusiones y la nueva propuesta de solos, catapultando el swing por encima del dixieland, un estilo que ya se consideraba aburrido. Se aproximaba la época de las Big Bands, marcada por las inolvidables improvisaciones, la diversión y el desenfreno.
Las Big Bands dominaron la escena musical hasta mediados de la década de los cuarenta. Al principio de este período fueron clausurados numerosos salones de baile y surgieron nuevos ritmos, las circunstancias obligaron la extinción de las Big Bands y el interés por la movida jazzística comenzó a disminuir progresivamente.
El swing se había vuelto conocido en todo el mundo, pero su popularidad hacía que algunos músicos serios pusieran en tela de juicio su calidad. Era cierto que grandes ejecutantes habían sido los responsables del surgimiento de este estilo, pero muy pronto, profesionales menos serios se sumaron a la tendencia, deteriorándola. Duke Ellington fue uno de los intérpretes que decidió apartarse de la movida catapultada por Armstrong en los años veinte, experimentando con una propuesta musical que llamaron bebop.
Reinterpretación: del bebop al avant garde
Dizzy Gillespie fue uno de los máximos exponentes del bebop, aportando un nuevo lenguaje de improvisación y ampliando los alcances melódicos y rítmicos. “A Night In Tunisia” se convirtió en uno de los temas claves de esta tendencia, influyendo en el trabajo de una nueva generación de intérpretes.
A partir de ese momento, las variaciones sobre las propuestas jazzísticas comienzan a manifestarse de forma muy rápida, marcando en lo sucesivo nuevas alternativas década a década. Es así como el bebop se impone en los cuarenta, mientras que el estilo cool y el hard bop toman los cincuenta y sesenta, respectivamente, con protagonistas como Miles Davis y Art Blakey.
Ornette Coleman y su doble cuarteto proponen a finales de los cincuenta una necesaria relectura de la música jazzística, además de una exhaustiva revisión de sus orígenes y esencia. Con el inicio de la década de los sesenta, comienza también el estilo avant garde o free, una propuesta que se caracterizó por solos impredecibles y sorprendentes. El avant garde ganó numerosos adeptos, pero también logró el rechazo de muchos críticos, que no lo consideraban música.
La fusión más inesperada estaba por llegar, cuando el rock se dio la mano con el género jazzístico dando origen al jazz rock. El álbum Bitches Brew de Miles Davis, lanzado al mercado musical en los setenta, fue el sello distintivo de esta propuesta que pronto se convirtió en la moda a seguir de esa década. La incorporación del teclado electrónico, es uno de los sonidos característicos de este estilo.
En lo sucesivo, desde los setenta hasta ahora, el género se ha diversificado enormemente, en especial por la proliferación de intérpretes, bandas y propuestas. En la actualidad podemos encontrar interpretaciones relacionadas con el estilo afrocubano; el smooth, que fusiona elementos del bebop con el pop más comercial; y las mezclas étnicas, en las que la música flamenca, los ritmos brasileños, franceses o nipones se integran, dando origen al término generalista world music.
La suma de instrumentos
La evolución y la participación de los instrumentos de la mano de sus ejecutantes dentro de la movida jazzística es casi tan importante como la historia y evolución del género. A comienzos del siglo XX, cuando el dixieland se impuso, era normal que las agrupaciones estuviesen compuestas por una trompeta, un trombón, un saxo, un clarinete e instrumentos como la batería, el contrabajo y el piano, encargados de la base rítmica.
El ragtime tuvo en el piano a su figura central, mientras que los años veinte, con la llegada del género a Chicago y Nueva York y el surgimiento de figuras como Louis Armstrong y King Oliver, se centró en el fraseo y las improvisaciones de los trompetistas.
El clarinete tuvo su momento dorado con la llegada del swing y Lester Young y Charlie Parker se convirtieron en los responsables de que el saxofón tomara singular partido, permitiendo que este instrumento se transformara, con el paso del tiempo, en uno de los sonidos jazzísticos por excelencia.
La instrumentación electrónica tomó posesión de las bandas en la década de los setenta y, por primera vez hasta entonces, los sintetizadores, los bajos y guitarras eléctricas hicieron parte de la propuesta musical, una tendencia que se mantiene hasta nuestros días en esta expresión, que, como ocurre con algunas vertientes del arte, tiene la insuperable posibilidad de explicarse a sí misma, compartiendo un singular secreto con aquellos que tienen la sensibilidad auditiva de comprenderlo.