Violonchelo

El violonchelo es uno de los instrumentos más expresivos y de sonoridad más cálida de cuantos forman la familia de los instrumentos de cuerda frotada. Su sonoridad grave e intensa, a medio camino entre el timbre sedoso de una viola y la profundidad oscura y de gran proyección del contrabajo, es una de las más bellas de los instrumentos de cuerda.

Todas estas características han convertido al violonchelo en un instrumento fundamental dentro de las formaciones orquestales y de música de cámara, interpretando no solamente las partes graves y de acompañamiento, sino también aquellas partes más melódicas.

Por su versatilidad, características de su timbre y cualidades sonoras, el violonchelo es uno de los instrumentos que mayor similitud tiene con la voz humana.

Partes del violonchelo

Las características estructurales del violonchelo son prácticamente las mismas que podemos encontrar en el violín:

  • Caja de resonancia (cuerpo): constituida por dos tapas, una inferior y otra superior, separadas por una sección de madera llamada faja, creando una caja hueca. Generalmente, la caja suele estar construida en madera de abeto, aunque podemos encontrar violonchelos con la caja de madera de haya o cedro. Dentro de dicha caja podemos reconocer algunos elementos importantes: la barra armónica, que cumple la función de mero refuerzo de la estructura y el alma, que cruza transversalmente la cavidad, uniendo las dos tapas, y que sirve para equilibrar la vibración de las cuerdas.
  • Mástil: se trata de la prolongación que va desde el cuerpo del instrumento hasta el extremo superior, donde encontramos la cabeza, coronada por la voluta (un adorno con forma de espiral), el clavijero, que alberga las clavijas con las que se regula la tensión de las cuerdas y, descendiendo de nuevo hacia el cuerpo del violonchelo, el diapasón, la placa de madera por donde discurren las cuerdas y que sirve como base para “pisarlas” y conseguir el sonido de cada nota.
  • Puente: construido en madera de arce es la pieza de madera sobre la que se apoyan las cuerdas. Está situada sobre el cuerpo del violonchelo (aproximadamente sobre la mitad de la tapa superior). Una característica del puente es que no se encuentra pegado a la tapa, sino que se mantiene sobre la misma gracias a la presión que ejercen las cuerdas sobre él.
  • Cordal: ubicado en la zona baja de la tapa superior, su función es doble: por un lado se encarga de sujetar las cuerdas y, por otro, permite ajustar la afinación de las cuerdas gracias a las pequeñas llaves metálicas situadas en su extremo inferior, cuyo funcionamiento es igual al de las clavijas.
  • Arco: aunque no se trata estrictamente de una parte del instrumento, su utilización es obligada para poder tocar el violonchelo (exceptuando algunos efectos sonoros, como el pizzicato, en el que se utilizan los dedos). El arco está fabricado por una base de madera (o vara) que sirve como zona de apoyo para las cerdas de crines de caballo (en gamas muy bajas se utilizan componentes acrílicos), sujetas a la vara mediante la “nuez” y un tornillo que permite graduar la tensión de las cerdas. Generalmente, el arco de un violonchelo suele tener unas 250 cerdas, cuyo origen más habitual son las crines de los caballos macho.

Historia del violonchelo

Aunque su aspecto puede hacernos pensar que el violonchelo deriva de la viola de gamba (o viola de pierna), lo cierto es que es descendiente de la familia del violín, concretamente de la viola de brazo, ya que ha quedado demostrado que no tiene ninguna relación con la familia de las violas, sino con los instrumentos emparentados con el violín.

El violonchelo varió su forma y aumentó su tamaño debido a las modificaciones que algunos luthiers italianos realizaron sobre el instrumento a lo largo del siglo XVII. Rápidamente se convirtió en un instrumento muy popular, incluyéndose en la mayoría de las formaciones de cuerda de la época.

Pero fue durante el barroco cuando la popularidad el violonchelo alcanzó sus cotas más elevadas, utilizándolo de manera habitual como bajo continuo en las agrupaciones de cámara.

Compositores de la talla de Vivaldi, Boccherini o Johann Sebastian Bach escribieron innumerables obras en las que el violonchelo era un instrumento requerido.

Pese a la gran aceptación que tuvo en los ámbitos musicales barrocos, el violonchelo era utilizado mayoritariamente como instrumento de apoyo, hasta la llegada del clasicismo, cuando compositores de la talla de Haydn escribieron obras donde el violonchelo era el instrumento solista. Durante ese periodo, la totalidad de los compositores (o casi) se sirvieron del violonchelo para escribir obras solistas.

Aunque su gran popularidad no significó un estancamiento del instrumento y éste siguió evolucionando hasta los inicios del siglo XIX, cuando finalmente el violonchelo adquirió el aspecto definitivo que conocemos hoy en día.

Con la llegada del romanticismo, varios factores contribuyeron a encumbrar definitivamente al violonchelo: su gran desarrollo técnico, la elevada virtuosidad del instrumento y su innegable expresividad, hicieron del mismo uno de los mejor adaptados para la interpretación de las obras románticas.

Incluso a lo largo del siglo XX, el violonchelo ha podido adaptar su versatilidad y su timbre a las demandas de la música moderna y contemporánea.